Todos fallamos alguna vez en la vida, y el fracaso puede ser una experiencia desastrosa. La única cosa que separa a las personas exitosas del resto es cómo responden a las caídas.
Cuando te enfrentes con obstáculos, debes decidir si vas a dejar que sean la excusa para tu fracaso o si serán la historia que inspire tu éxito.
Al adoptar la actitud adecuada, el fracaso se vuelve una gran maestra ya que interrumpe tu rutina y te da la oportunidad de explorar nuevas soluciones, pero solo si tienes la actitud correcta.
El psicoanalista Albert Bandura realizó un estudio que demostró cuán importantes son las actitudes que tomamos frente al fracaso. En su análisis, dos grupos de personas debían completar la misma tarea. Al primer equipo se le dijo que el propósito de la tarea era medir sus habilidades gerenciales, mientras que al otro se le dijo que era una tarea imposible de completar, pero que debían tomar el ejercicio como una oportunidad de ensayar y mejorar sus habilidades. El truco estaba en que los investigadores hicieron que la tarea fuera tan complicada, que todos los participantes estaban destinados a fracasar. El primer grupo, sintiéndose mal porque sus “habilidades” no estaban solucionando el problema no hicieron mejoras cuando se les pidió repetir la tarea. El segundo equipo, por el contrario, vio cada falla como una oportunidad de mejorar y empezaron a desempeñarse cada vez mejor. Incluso experimentaron mejores niveles de autoconfianza.
Justo como los participantes del estudio de Bandura, nosotros podemos ver nuestros errores como reflejo de nuestras habilidades o como oportunidades para crecer. La próxima vez que te hundas en la autocompasión que acompaña a los fracasos, enfócate en lo que sí puedes controlar: tu actitud.
Algunas de las mejores lecciones de la vida con las más difíciles de entender y las que más exigen un cambio de actitud. Estos ejemplos desafían tu flexibilidad y disposición a aprender. Cuando no las aceptas rápidamente, pueden costarte grandes enseñanzas:
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El primer paso SIEMPRE es el más difícil.
Cuando quieres lograr algo importante, el primer paso siempre es el que provoca más miedo. Cuando te atreves a moverte, la ansiedad se disipa en el nombre de la acción. Las personas que se atreven a dar ese primer paso no son más fuertes que el resto. Simplemente han entendido que para obtener resultados hay que tomar acciones. Saben que el dolor de empezar es inevitable y que la procrastinación solo prolonga el sufrimiento.
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Las cosas buenas toman su tiempo.
El éxito, antes que nada, requiere tiempo y esfuerzo. El autor Malcolm Gladwell sugiere que lograr dominar una tarea requiere 10,000 horas de práctica. Piensa en Henry Ford, cuyos dos primeros negocios automotrices fracasaron antes de que consiguiera el éxito a los 45 años. Cuando finalmente alcanzas la cumbre de lo que te propones, te das cuenta de que el viaje fue la mejor parte de tu camino.
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Estar ocupado no es lo mismo que ser productivo.
Observa a las personas a tu alrededor. Todas parecen estar muy ocupadas, corriendo de junta en junta y mandando cientos de correos electrónicos. Sin embargo, ¿cuántos de ellos están produciendo algo realmente? El éxito no viene del movimiento y la actividad; viene del enfoque, de asegurarse de que el tiempo se está usando con eficiencia. Tienes el mismo número de horas que los demás, así que úsalas con sabiduría. Después de todo, eres el producto de lo que generas, no de tu esfuerzo. Enfoca tus fuerzas a tareas que den resultados.
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Siempre tendrás menos control del que te gustaría tener.
Hay demasiadas circunstancias en tu vida que jamás podrás controlar. No obstante, puedes controlar cómo reaccionas a las cosas que se escapan de tu control. Tu reacción es lo que transforma tus errores en experiencias y asegura que tus victorias no se te suban a la cabeza. No puedes ganar todas las batallas, pero con la actitud adecuada puedes triunfar en la guerra.
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Eres tan bueno como las personas con las que te asocias.
Debes esforzarte por rodearte de personas que te inspiren y te hagan ser mejor. Y probablemente ya lo haces. Pero, ¿qué hay de las personas que te jalan hacia abajo? ¿Por qué les permites ser parte de tu vida? Cualquier persona que te haga sentir insignificante, ansioso o poco inspirado te hace perder tu tiempo, y muy probablemente, te empujan a parecerte a ellos. La vida es demasiado corta para asociarte con personas así. Córtalas de tu existencia.
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Tus mayores problemas son mentales.
La mayoría de nuestros problemas suceden porque amamos “viajar en el tiempo”: vamos al pasado para reprocharnos cosas que hicimos, o vamos al futuro para sentir ansiedad por eventos que todavía no han sucedido. Cuando hacemos eso, perdemos de vista lo que sí podemos controlar: el presente.
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Tu valor viene de adentro.
Cuando tu sentido de placer y satisfacción se derivan de la comparación que haces de tu persona con otras, no eres dueño de tu propio destino. Cuando te sientes bien por cosas que has hecho, no dejas que las opiniones de otros te afecten. No es posible cerrar por completo tus reacciones a lo que los demás piensan de ti, siempre puedes tomar sus creencias con un grano de sal. De esa manera, no importa lo que otros piensen, tu amor propio viene de adentro de ti.
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No todas las personas te van a apoyar.
De hecho, la mayoría de las personas en tu vida NO LO HARÁN. Muchos individuos te van a inundar con su negatividad, agresión pasiva o celos. No es posible contar con el apoyo de todas las personas de tu vida, y definitivamente no puedes gastar tu tiempo y energía en tratar de ganártelos. Darle el peso justo a las opiniones de los demás te libera para atender a las personas que sí te quieren.
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No existe la perfección.
No puedes fijar la perfección absoluta como meta. Eso no existe. Los seres humanos somos falibles por naturaleza. Cuando la perfección es tu meta, siempre te quedas con un molesto sentimiento de fracaso. Terminas usando tu tiempo para lamentarte el haber fallado en lugar de seguir adelante, emocionado por lo que ya has conseguido.
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El miedo es la fuente número uno de lamentación.
Cuando todo se haya dicho y escrito sobre tu vida, probablemente algo que lamentarás es no haberte atrevido a correr más riesgos. Muchas veces escucho a otras personas decir “¿Qué es lo peor que puede pasarte?” Ciertamente, no es la muerte. Lo peor que puede sucederte es dejarte morir por dentro mientras sigues existiendo.
En conclusión, las personas exitosas jamás se rinden y nunca se detienen.
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